29.12.09

La palabra "progresismo"

Si algo caracteriza a la política chilena es cómo sublima las ideas: en su economía de signos se volatiliza cualquier concepto, tornándolo redundante, autorreferente, sin significado. Cuesta imaginar una palabra más manoseada en este ciclo electoral que "progresismo." Tal como la expresión "te amo" - que Roland Barthes acusaba de ser un signo vacío - "progresismo" es una promesa difícil de cumplir, de límites poco claros y de fácil cooptación. "Progresismo," en ese sentido, opera como cualquier otro significante dentro del discurso político chileno.

En su auto-abortada campaña presidencial, Marco Enríquez-Ominami introduce el término como un modo de separar aguas con la jerarquía concertacionista. Ojo: la palabra existía desde antes. La opción "progresista" de Marco aglutinaba en su origen al alma ex-socialista de base, desencantada de las obscenas (esto es, ocultas) maniobras de poder. Ya en primera vuelta se ven atisbos de la co-optación del "progresismo" dentro de la máquina de bránding del duopolio gobernante. Es así que comienza una idiota guerra de marketing: Piñera pone su pareja gay en la franja; Bachelet apura el trámite de la anticoncepción de emergencia, mientras Frei (y su cariñoso beso lésbico, ¡el primero en la tele chilena!) subraya sus credenciales "progresistas" de buena fe, finalmente absorbiendo en su programa aspectos del programa MEísta como forma de hacer "gestos" (otro concepto digno de su propio estudio) hacia el elector crítico. Pese a medio año de manoseos semánticos, horror, todavía no sabemos qué cresta significa "progresismo." Carolina Tohá se acerca a eso y nos hace el favor de resumir en una definición negativa lo que no es "progresismo."

Efectivamente, eso no es progresismo. El concepto nace en Estados Unidos a fines de la administración Clinton para marcar el sitio de una opción de Izquierda renovada frente al centrismo del Partido Demócrata en el poder y su permanente atrofia frente a intereses económicos enquistados que impiden que desarrolle una agenda popular. Una izquierda verde, democrática, feminista, anti-racista y anti-guerra, que se siente desencantada y que busca por primera vez organizarse, a través del "netroots" (esto es, la base movilizada a través de internet) para ejercer cambio efectivo a nivel local y nacional. Entre los ítems que defienden se encuentran: acceso universal a salud y educación; derechos sexuales y reproductivos; reforma al sistema migratorio; reforma al sistema penal; derechos medioambientales, etc. (Por coincidencias, se da en estos días un debate sobre el rol del progresismo dentro del Partido Demócrata, a raíz de la reforma al sistema de salud.)

La palabra "progresismo" (como la expresión "te amo") es útil y benigna, pero para que opere de modo apropiado debe ser liberada de la red de vacuidad con la que la empaqueta el discurso político chileno. El Progresismo es una Izquierda socialdemócrata crítica e independiente, que no cree que la política se resume en un simple petitorio "progre," sino en un movimiento continuo que se proyecta -esto es, "progresa"- hacia una sociedad más justa, más abierta, y con una mayor participación ciudadana. El duopolio puede aspirar a contenerlo, pero por su carácter oposicional no lo logrará: el progresismo supedita la mecánica de partidos, desconfía, y no se da por vencido en el juego electoral.

20.12.09

Carta abierta a Carolina Tohá (o, Contramemo)


Cara signora direttrice,

Leí con interés su memorándum via comando al votante (de izquierda) chileno. Un golpe de timón necesario, dice el PC, para convencer a la base+20% que puedan darle el gobierno a Eduardo Frei (o no). La des-DC-ificación del ex-presidente es, efectivamente la única ruta posible. Rehúso el memo -- lo encuentro un poco passé: demasiado Expansiva® para mi gusto. En todo caso, lo bello del memo como forma retórica es como de inmediato se ven los hoyos en el raciocinio. Porque en el texto coexiste lo que se dice y lo que no, y ponerle número al párrafo impide la suspensión de la incrediludidad necesaria para el juego político. (Yo prefiero la carta abierta.)

Resumamos. Cambio de sistema político; mejoramiento de salud y educación; Codelco sigue igual de "nacionalizada"; subcontratistas felices de ser subcontratados; (*new!*) des-privatización del agua privatizada durante Frei1; mínimo básico público en tvn; país "igualitario" -- extraño punto 8 "todas las anteriores" aglutinando desde convenio OIT 169 hasta derogación del 7% en jubilaciones y potpourri contra discriminación de género; regionalismo del tipo latinoamericano; regulación financiera...

En fin, se trata de un número de propuestas maravillosas, sin alguna coherencia ideológica más allá del clásico petitorio "progre". (Misteriosamente ausentes tenemos derechos reproductivos, y protección a minorías sexuales, but who cares!). ¡El petitorio PC hecho realidad! Milagrosamente.

Lo que no se dice: Cómo se van a hacer estas cosas, siendo que la Concertación (y la Alianza) dependen de la mantención del status quo. ¿Quién va a votar por estas cosas? Como botón de muestra, tenemos el caso de la "reforma constitucional." O asamblea constituyente, o comisión política en pleno armando un cocinado tipo Eduardo Boeninger meets Jaime Guzmán.

En suma, el memo no es más que los Reales Fuegos de Artificio. Gran ruido en el río, pocas piedras. Lo importante: no vamos a privatizar Codelco. Vamos a hacer un amago de educación pública; y todas las medidas paliativas suaves en género que no cambian el rol de la mujer en Chile. El modelo paternalista que presentaron en primera vuelta y que hemos descrito en otras partes sigue igual de presente que hace cinco meses atrás.

El modelo ganador no resulta de una lista de planteamientos suaves o pretensiones de cambio. Su memo no difiere del de Expansiva®, publicado hace 48 horas atrás. Con este tipo de planteamientos, no van a llegar lejos. Las críticas del diputado Coloma son en verdad certeras.

El "pueblo" (=votante de izquierda) quiere sangre. Quiere ver que la Concertación se renueva. Quiere el fin de la política cupular y el ingreso de una política verdadera. El nuevo programa emerge cuando Camilo Escalona, Latorre y cía se alejen de la política. Y la Concertación deje de preocuparse de perpetuarse en el poder.

El resto es paja molida.

Yours, in friendship,

Iñigo Adriasola

15.12.09

Lo comido y lo bailado...

Lo vimos, con desface horario, desde la casa de una muy querida amiga. Sin lágrimas ni sorpresas -- hubo varias señales previas de que las cosas comenzaban a deshacerse.

Marco no era perfecto, pero era lo más cercano a un posible fin de la Transición en estas elecciones. Aún si me encuentro muy aliviado que ciertos elementos de su comando no lleguen a La Moneda (ellos ganaron igual).

Seguimos buscando un vehículo que termine de una vez por todas con el sistema del '80. Veo difícil que sea el candidato de la Concertación quien lo haga.

Hubo errores garrafales y completamente previsibles en la campaña de Marco. Espero que quienes decidan buscar el fin de nuestra pseudo-democracia "protegida" aprendan que no se sirve a dios y al diablo, y que las campañas ciudadanas sólo existen cuando son financiadas por ciudadanos.

Si hay algo que sabemos hoy, con números, es que una inmensa mayoría en Chile cree que las cosas tienen que cambiar ya.

24.11.09

Mi voto es para Marco Enríquez-Ominami...

...Si pudiera votar desde acá, por cierto.

¡No es un candidato "perfecto!"
Marco tiene el pelo largo, y piensa tan rápido que tropieza cuando habla. Es del tipo que se arremanga la camisa con la chaqueta puesta... y no por hacer un fashion statement. Ciertamente se nota su upbringing de mateo regalón que le gusta el pan con membrillo. Y es por eso que los llamo a votar por Marco.

Marco abre lo posibilidad de imaginar un Chile diferente: un Chile sin ese maldito consenso conservador que nos dejó la Transición pactada. Un Chile con diálogo y sin odios. Un país que confía en la inteligencia de sus ciudadanos al dejarlos tomar decisiones reales y abrir un diálogo conectado al quehacer político.

Seré breve.

(1) Votar por Marco es votar por otra forma de hacer gobierno.

-El programa es a la letra work in progress: tiene suficiente lugar para cambiar de rumbo e incorporar nuevas visiones. De hecho, creo que es manifiesto que una vez que se redibujen las líneas de la segunda vuelta habrá un vuelco en sus propuestas.

-Es votar por las semillas de un Chile distinto: (1) la semilla de la integración regional real; (2) la de una reforma tributaria redistributiva; y (3) la del accountability corporativo, además del estatal, en particular en temas ambientales. Cómo se desarrollarán estos lineamientos depende -creo- de la coyuntura política. Podemos no estar de acuerdo en cómo se están planteando estos temas ahora -- pero no podemos ignorar que la discusión que incorporan es importante, y que finalmente serán decididos en conjunto dentro de un modelo de debate político plural.


- Es votar por pluralismo. Es por eso que el programa se decide desde abajo: no desde cúpulas partidistas... ¡porque no hay un "partido" detrás de Marco! Sólo existen las ideas, y no los operadores políticos. Eso se llama democracia.

- Es votar por otro estilo de trabajo. A Marco le gusta discutir las grandes ideas. Es por eso que abre espacios de diálogo. Este es el verdadero sentido de la idea de gobierno ciudadano: un gobierno en que participa la sociedad civil, no sólo los políticos profesionales.

(2) Votar por Marco es cambiar radicalmente el status quo político.

-Significa abandonar el autoritarismo presidencialista a favor de un modo más dinámico de hacer política, afín al parlamentarismo, en el cual las alianzas legislativas se darán de modo acomodaticio e ideológico, al contrario de lo que son hoy: simples herramientas para mantener el poder. Esto consolidaría el rol que juega el Congreso, no sólo como ente fiscalizador, sino como co-gobernante proactivo.

-Esto significa re-politizar la política. Significa re-establecer lo cotidiano dentro del discurso político.

-Significa desfasar el espectro político de la Transición. Con MEO, la DC pierde su razón de ser. Lo que llevaría a la formación de nuevos polos para la centro-izquierda y centro-derecha. Y todo esto tendría consecuencias insospechadas para la formación de una izquierda plural efectiva y representada.

-Significa abrir la posibilidad de un cambio sistémico duradero. El binominal se volvería irrelevante dentro del hacer-política, así como también gran parte del aparataje de la democracia protegida, por lo que sería posible su abandono por parte de quienes lo han mantenido por tanto tiempo: ie., la Concertalianza.

(3) Votar por Marco es votar por el recambio generacional.

- Marco manda jubilar, no sólo a la gerontocracia de la Concertalianza, sino también a la generación que se encuentra inmediatamente por debajo -- la casta designada de asesores, intendentes y subsecretarios que han podrido al Estado por dentro.

(4) -Lo que no significa votar por Marco: cambio inmediato.

- Lo que sí significa votar por Marco: abrir la posibilidad de que las cosas cambien para mejor.


RECUERDA : Tu voto no compra el cambio. No somos consumidores de democracia. El voto sólo abre la posibilidad de que las cosas cambien. Que ellas cambien dependen de nosotros y nuestro involucramiento duradero en la "cosa pública" -- algo que sólo puede ocurrir con un gobierno que esté dispuesto a escucharnos.

Y Marco puede que no sea perfecto, pero sí es alguien que desea escuchar.

22.9.09

saquen sus rosarios de nuestros ovarios

Comencé a trabajar en este ensayo después de la polémica suscitada en marzo del 2009 en torno a la distribución de la píldora del día después. Hoy, nuevamente sale a colación el problema, en similares circunstancias, para volver a delimitar el problema de la autonomía de la mujer a través de la regla de excepción. Espero que este ensayo sirva al lector como futura referencia.


Algunas reflexiones sobre el "llamado a debatir"
por Iñigo Adriasola Muñoz

Hay algo en el "llamado a debatir" del Senador Eduardo Frei que vale la pena considerar. El llamado "llamado" es revelador, tanto por lo que dice, como lo que no dice de sí. Por una parte, éste surge desde la lógica electoral, del cálculo no tan sutil de la duración de "lo que es noticia" y los tiempos de la próxima encuesta CEP. Sin embargo, el "llamado a debatir" también abre preguntas profundas sobre la naturaleza de nuestro sistema político, revelando que la opresión de la mujer y la marginalización del sexo no reproductivo funcionan como moneda de cambio y piedra angular del marco constitucional chileno.

Las razones de Frei son obvias. Este año, Chile entra en lo que promete ser un ciclo electoral en extremo decepcionante. La coalición de centro-derecha que gobierna en Chile desde hace dos décadas revela de manera ineluctable sus fracturas, así como el desgaste absoluto de su imagen y programa. La amenaza de la alternancia hace necesario establecer alguna forma de separar aguas y diferenciarse de la oposición. Entra entonces el manual de juegos estadounidense: nace la idea de establecer un wedge issue o "tarugo." Un problema delicado que se plantea con el expreso propósito de exponer tanto "diferencias" como crear fracturas en la otra coalición. Nace entonces el "aborto terapéutico" como tema.

Quienes hacemos historia sabemos que donde han habido mujeres, ha existido la interrupción del embarazo. Sabemos que el aborto como práctica cultural se une a un sinfín de otras tecnologías del cuidado de sí y control sobre el propio cuerpo, específicas al género, y que en ocasiones éstas han sido el único modo de contrarrestar el poder del patriarcado. El aborto es una realidad también en el Chile de hoy, una realidad que cruza barreras de clase y etnicidad y cuyo significado Político (con mayúscula) es indiscutible. Creo que es importante señalar que es por estas razones que el aborto y el cuerpo de la mujer emergen 1) en el discurso público y 2) como áreas de competencia del estado. Curiosamente, en el discurso público chileno, el cuerpo de la mujer es divorciado de la idea de aborto: es como si el aborto ocurriera fuera del cuerpo de la mujer. Como si no hubiera relación alguna entre el cuerpo y la tecnología para controlarlo. Lo que en otros países es consagrado a nivel de derechos como un modo de asentar las bases legales de la autonomía de la mujer, en Chile se niega en pos de un espurio "humanismo" religioso.

En el "llamado a debatir" de Eduardo Frei, el aborto se transforma en una metáfora vacía. Porque aquí, nuevamente, no se trata de debates realizados, sino de "llamados a debatir." El llamado "llamado" no es de por sí un debate. Como simulacro de debate y democracia, opera en el nivel de imagenes volatilizadas y desconectadas de la realidad. Se desarrolla como un juego del cual ya se conoce el resultado: la preservación del estado de las cosas. Este juego se realiza en teatrales declaraciones de "apoyo irrestricto al derecho a la vida;" acota de inmediato los términos de lo posible, por ejemplo postulando el aborto sólo como una manera de borrar el trauma y los signos visibles de la violencia sexual; se juega usando la lógica del caso excepcional. Son todas éstas meras reiteraciones del lenguaje patriarcal y heterosexista que conforma el espacio discursivo chileno. Este espacio se produce y reproduce en el lenguaje, exigiendo su uso como único modo de participar. Quienes optan por no apoyar este idioma son marginalizados, conviertiéndolos literalmente en "comeguaguas." En una movida discursiva magistral, el Obispo Goic dice que se debe fomentar la agenda social en vez de la "agenda valórica," ¡como si fueran cosas distintas! Por si acaso, aclara Goic que no está en contra del debate, porque Chile es un país "pluralista." El obispo miente: lo que el "llamado a debatir" demuestra en realidad es que no existe el pluralismo en Chile.

En estas condiciones, no es posible tener un verdadero debate sobre el aborto. El verdadero debate sobre el aborto comienza en reconocerlo como un deseo válido y como una realidad histórica y cultural que no puede ser invocada desde una perspectiva de exclusión. Pasa por reconocer que el sistema político chileno actual legitima y fomenta la violencia contra el cuerpo de la mujer. Pasa por reconocer que la opresión sexual surge como otro vehículo más para la operación de la injusticia social y económica estructuradas en el sistema legal chileno. El verdadero debate sobre el aborto pasa por aprender a escuchar a quienes sufren a diario esta violencia, y permitir que sean ellas (y ellos) quienes hablen. Sólo se darán las condiciones para un debate sobre el aborto renovando y rearticulando las bases del discurso a partir del reconocimiento 1) de la diferencia sexual y el cuerpo y su compleja relación con el Estado desde una perspectiva histórica; 2) de la innegable diferencial de poder desde la que se pretende crear un espacio de diálogo; 3) de la desigualdad social y cómo derechos reproductivos y sexuales son inseparables de la llamada "agenda social."

Finalmente, el verdadero debate sobre el aborto necesariamente incluye encausar la Constitución de 1980. La consagración del feto como persona humana y legal, es una expresión más de cómo opera este engendro legal de corte autoritario, reaccionario y antimoderno -- híbrido de la teología política de Carl Schmitt, el derecho natural y la doctrina posconciliar reaccionaria de la encíclica papal Humanae Vitae (1968). La personalización del feto en la Constitución tiende la trampa legal que automáticamente deshumaniza y criminaliza a la mitad femenina de la población chilena. Su discurso de derechos es precisamente el modus operandi de la exclusión sobre la que escribo.

Es claro que en su uso del pensamiento reaccionario posconciliar, la Constitución viola el principio de laicidad del estado, poniendo fin de raíz a la posibilidad del pluralismo y la divergencia, fundamentos básicos de la sociedad civil. La Constitución supera su cualidad de documento legal, y emerge como horizonte de lo posible. Ella define los términos del discurso. Es por y a través de la Constitución que se instituye la personalización del feto, y la despersonalización de la mujer que no desea su embarazo como bases del debate actual sobre el aborto. La Constitución protege a través de su monopolio sobre el horizonte de lo posible la perpetuación por medios legales de un oligopolio patriarcal y heterosexista que se define y legitima en relación a su cercanía a la Iglesia.

El pretendido "llamado a debatir" de Frei, Piñera, Goic y cía es una trampa. Si ese "llamado a debatir" sirve de algo es para realzar cómo un verdadero debate sobre el aborto revela los estrechos límites de la democracia en Chile. Si por pluralismo se entiende la multiplicidad de voces, y siendo que ellos son los dueños del lenguaje y las condiciones mismas del debate, hoy en día no hay pluralismo ni diálogo posibles en Chile.

18.9.09

otros dieciochos. o, estamos solas, guitarra.

Quedé conmocionado después de leer la lista de canciones que el diario El Mostrador y Musicapopular.cl (otra iniciativa del Consejo de la Cultura) decidieron poner en honor al 18 . En mis tweets acusé -- sin respuesta, como de costumbre -- la selección de no tener "espezor" histórico. Entiéndase que la hortografia ilustraba mi sorpresa. El artículo decía presentar una selección que urga la identidad chilena. Quizás por eso, el que hubiera algo que me molestaba profundamente. Quizás también existían otros deseos de mi parte.

Claro es que en un canon no cabe todo. Al hacer listas, elegimos lo que conviene y descartamos lo que no. Existen quienes creen a pies juntillas en la sentencia de Horacio: de gustibus et coloribus --et mulieres, según añaden algunos, pero no les creo-- non est disputandum. Pero el canon no solo refleja "gustos," es intrínsicamente una obra política. Existe un subtexto, que conforma la ley o gramática del canon mismo. Tal y como el sociólogo Pierre Bourdieu indica en su opera magna La Distinction, el "gusto" es un vehículo de ideología, si no su gramática en sí. Por eso en el canon de Pin8 cabían los Huasos Quincheros pero no Doña Viola, aún si los Huasos cantan también "Volver a los diecisiete."

Y si a mí me ponen al frente una lista, con Tommy Rey y la Sonora Palacios en la cabeza, y al Inti Illimani y la nueva trova, y Redolés y compañía -- todos grandes autores con muy buenas obras -- como lo representativo del ser chileno, no puedo sino molestarme. Por una parte, y casi reflejo, pocas mujeres fueron incluidas en la lista. No nos sorprende. ¿Será porque la fijación con lo guachaca de la sensibilidad llamada "progre", que es en el fondo también una sensibilidad de clase, una sensibilidad, en el fondo, bastante heteronormativa, machista, que se universaliza y autoreproduce, no es capaz de contemplar la sacarina diaria que viene en el café?

Y cómo se descalifica, por ejemplo, a la incomparable Cecilia, o a Palmenia Pizarro, o, incluso, a Lucho Gatica... reconocidos en su aporte a la cultura popular chilena. ¿Qué sucede?

Por supuesto, es cosa mía. Si me molesto porque mi Palmenia y mi Cecilia, y mi Lucho Gatica no aparecen en la lista de cosas intrínsicamente chilenas es porque yo identifico (y me identifico) con una chilenidad tránsfuga (coliza, diría quizás Lemebel) que sólo se puede inventar a sí misma a partir de una lógica, casi de objet trouvé, de pedazos de cielo que yo he ido recogiendo en mi búsqueda de constituir el quién soy. Mi deseo (espina en el costado) es, por cierto, creer que hay un camp esencial, intrínseco que me incluya a mí también en el ser chileno. Pero no lo hay, y por lo tanto lo invento.

No tengo más objeciones que la siguiente: que si me dicen que hay Mauricio Redolés y Joe Vasconscellos, quiero que también me digan que la obsesión nacional con Juan Gabriel es válida, que Cecilia y la nueva ola, que el bolero, y que nuestra terriblemente vapuleada Palmenia --dicho sea de paso, bandera de un Chile más bien anti-Don Francisco-- son también parte del patrimonio nacional. Mi deseo para el Dieciocho es eso. Que nos demos cuenta que Chile no es uno, sino que un país múltiple, o una multiplicidad de países, o unos múltiples dieciochos, y que los canones monolíticos y su tendencia a la fijación reificante, no lo pueden reflejar.

8.9.09

máh de lo mihmo

Más de lo mismo. O, Frei y la lógica del "cambio en la continuidad"

por Iñigo Adriasola

Leyendo el discurso de Eduardo Frei no pude dejar de sorprenderme. Perdido en su ofertón de cambios constitucionales, reformas en educación y medioambiente, y protección social para la clase media, me costó un poco recordar que era el mismo caballero engominado de algunos años atrás... El equipo de Frei se la jugó por un programa que ofrece cambio en la continuidad. O mejor dicho, continuidad en la continuidad, travestida de cambio -- la especialidad tironiana por excelencia. La lectura "a contrapelo" del programa nos muestra cómo en la continuidad del programa Freísta se refleja la visión anti-Estado del sistema de 1980.

Pero me estoy adelantando demasiado. Para resumir: el programa presentado es de corte asistencialista, y no contiene ninguna reforma importante. Tal y como anunció el candidato mismo al finalizar su discurso: "Si alguien les pregunta si nuestro Programa va a cambiar a Chile desde sus raíces, digamos NO, firmemente NO."

Resumen del programa.
Pues bien, ya que su programa de gobierno no va a cambiar a Chile, veamos qué es lo que nos ofrece Frei en esta oportunidad.
El programa se basa en tres áreas temáticas, o ideas matrices, que giran al rededor de la calidad de vida (el "vivir mejor"). Esta es obtenible desde un incremento en la producción. Pese a denunciar la tiranía del mercado, Frei no tiene problemas en vendernos una vez más una utopía capitalista.

a) Educación
Pese a que es el área más desarrollada en el programa, es de lejos la más regresiva. Mantiene el binario público-privado, con un sistema de subvenciones más afín a los charter-schools gringos. Cero novedad al respecto: es y ha sido fundamentalmente la posición democratacristiana en educación. La educación pública seguirá siendo municipalizada, y se reforzarán bonos para que, con platas públicas, sigamos subvencionando a agentes privados. Los pingüinos parece que se fueron de vuelta a Magallanes...

En cuanto a educación superior, promete más platas para las universidades, a condición de que estas mejoren su calidad. Por supuesto, no dice cómo. Mantiene la sempiterna promesa concertacionista de mejorar la calidad de la educación técnica, además del acceso a educación superior de "los dos primeros quintiles" con más becas y créditos, y algo así como un fondo solidario para tiempos de crisis... Algunas ideas con las que intenta asegurar al electorado de clase media para abajo que ha sido manifiestamente el objetivo de Piñera.

b) Chile Verde
Por supuesto, hay algunas novedades. Por ejemplo, el subsidio al desarrollo de energías alternativas (en particular menciona proyectos solar y biomasa) y conservación energética (particularmente construcción y reemplazo de electrodomésticos) como base de una nueva "economía verde" liderada por PYMEs.
¿Suena conocido? Es el copy-paste de una política amorfa que se vendió en EEUU durante la campaña presidencial del año pasado. Chile Verde se basa en una visión empresarial: el estado es agente del cambio al ofrecer subvenciones para la creación de una nueva fuente de industria.

c) Protección social... para la clase media
Frei llama a un fortalecimiento de los "derechos sociales." Al leer esto, me imaginé de todo, desde el reconocimiento consititucional a los pueblos originarios, pasando por la incorporación laboral de la mujer hasta la reforma al matrimonio civil. Pero Frei se refería acá simplemente a una lista de medidas de protección social para la clase media, con quienes Frei dice que la Concertación mantiene una deuda.
Esta sección es paternalismo asistencialista al más puro estilo años cincuenta. Promete ambulancias para todos, bonos, bonos y más bonos, y subvenciones por doquier. No es que creamos a ciegas en el mito de la originalidad, pero algunas ideas vienen idénticas de otros candidatos, por ejemplo, de M.E-O. la eliminación del 7% para jubilados...
Sobre cómo se financian estos puntos Frei dice la plata está, es cosa de gastarla.
Bien, pero si la plata está, ¿por qué no la han gastado todavía en tan maravilloso programa...?

El cambio que nos ofrecen, y el que nos merecemos. Observaciones.

No hay programas perfectos, nos dijo Frei al finalizar su discurso.
Sin embargo, aún cuando Halpern nos recuerda que hoy cuesta soñar con un Chile distinto, justo, próspero, limpio y equitativo, no es imposible hacerlo. Y es precisamente desde esa perspectiva que debemos leer un programa de gobierno.
Algunas observaciones.

a) Medioambiente
El programa de Frei se basa en soluciones de mercado que no conforman de por sí una reforma en política ambiental. Chile necesita hoy un cambio paradigmático, desde un modelo extractivo a uno que defienda y resguarde su patrimonio natural y abogue por el desarrollo humano.
Frei no menciona los grandes problemas en materia ambiental y energética, que dicho sea de paso son en gran parte producto de la administración Frei (1993-1999). Finalmente el programa no está en diálogo con los compromisos que Chile mantiene con la comunidad internacional, ni hace referencia a la realidad de nuestra interdependencia energética y su efecto en la integración regional.

b) Pueblos originarios
La única mención activa en el programa de Frei sobre los pueblos originarios tiene que ver con la aplicación de una política de discriminación positiva en cuanto a educación superior. Mientras la política de discriminación positiva debe ser parte de nuestro debate, una mera aplicación en esta instancia no conforma de por sí una solución a un problema inmenso, que se agravó de manera sustancial durante la administración de Frei.
La problemática indígena no se restringe a un problema de "igualdad de oportunidades": tiene su raíz en la desigualdad estructural generada por décadas de políticas discriminatorias. El llamado problema indígena es multifacético: incluye aspectos culturales, económicos e históricos relacionados intimamente con el colapso de la reforma agraria y la ola de privatizaciones que arrasó el Sur a partir de los ochenta y noventa. Estos problemas no serán reparados con un programa meramente asistencialista.
La aplicación de la normativa internacional en cuanto a derechos indígenas ha sido dilatada por la Concertación y su leal oposición. El programa de Frei es un programa netamente concertacionista en el sentido que no vislumbra siquiera comenzar a discutir las causas estructurales e históricas de la postergación y discriminación contra los pueblos orginarios.

c) Sociedad Civil
El programa de Frei, como todo programa asistencialista-paternalista, no contempla un rol activo de la sociedad civil. Esto, porque la visión freista del Estado no necesita ciudadanos activos.
Por el contrario, se trata meramente de crear ciudadanos pasivos: una población que se se educa y produce y consume... ¿Pero para quién?
Es la visión del chorreo: el Estado es garante de que el mercado funcione bien, pero fuera de eso no tiene responsabilidad alguna de garantizar los derechos de información ni de comunicación, la base de la nueva soberanía popular... Ni el derecho a asamblea, la libertad de conciencia y expresión, la protesta, por decir lo menos. Frei no necesita interfaces con nadie.
Pese a que indica que desea cambiar el orden constitucional, en las medidas de gobierno no se ve de qué modo esto será distinto a otros gobiernos de la Concertalianza. Es que Frei (al igual que en los noventa) gobierna solo. No necesita su opinión.

d) Género y sexualidad
Aumentar el pre- y posnatal, fortalecer el acceso a la red de educación parvularia y guarderías infantiles... Ideas muy buenas todas, pero ¿para qué? ¿Simplemente para aumentar la productividad de la clase media? ¿Simplemente para reinscribir a la mujer como matriz reproductiva?
Nuevamente queda en evidencia la falta de visión del equipo de Frei. Estas ideas debieran ser parte de una gran revolución en el hacer Estado. La Concertación necesita descubrir a la mujer, no como útero sino como ciudadana.
Y la mujer, ciudadana, no sólo necesita que le cuiden a los niños cuando va a trabajar. Necesita control de su cuerpo. Necesita acceso a salud de calidad, a derechos garantizados en el trabajo y en la casa, y protección de la violencia. Necesita un derecho, no simplemente a "elegir" sino que a constituirse como sujeto autónomo, político, pleno. Necesita en pocas palabras una vida vivible.
Si en verdad necesitamos "vivir mejor" no necesitamos una sociedad de mercado. Necesitamos primero un país donde la vida sea vivible, para todos. Necesitamos un país que no discrimina. Un país donde Gabriela Mistral pueda amar como quiera, y que nadie la apalee ni le exija justificarse. Un país que proteja a TODAS sus familias. Y para eso necesitamos un Estado que proteja a sus minorías sexuales, que les de derechos y reconozca sus legítimas aspiraciones.
Un Estado así es un Estado activista. Es un Estado que educa y que brinda protección, que no se encoje ni "achuncha" al tener que hablar de sexo en escuelas y universidades. Un Estado que reparte condones en calles y escuelas, y que exige que campañas publicitarias que salvan vidas sean mostradas en canales de televisión, incluso cuando sus dueños se oponen. La mal llamada "agenda moral" no es un detalle "progre." Es el punto de partida del nuevo Estado garante, del Chile laico, diverso, multicultural y políglota que deseamos: un Estado que garantice un Chile para todos.
Conclusiones
La obviedad del discurso de Frei tuvo un efecto paradójico: resultó difícil ver más allá de lo que decía. En un nivel básico, el programa que presentó es un listado de medidas de efecto, cuyo fin es socavar la base de Sebastián Piñera, y desactivar la crítica institucional de Marco Enríquez-Ominami, con su guiño a la idea de una reforma al sistema político. No es un programa de gobierno. Son ofertas disgregadas sin coherencia ideológica, y que no tienen un mayor impacto en el orden del Chile neoliberal.
Sin embargo, en una segunda lectura aprendemos más sobre cuál es la visión de Estado de la Concertación hoy. El programa de Frei es el programa del status quo. Un programa que nuevamente ejemplifica lo peor de la Concertación: el dirigentismo cupular, donde todo el cambio viene desde arriba. Donde el cambio "cultural" es considerado accesorio. Donde el Estado tecnocrático de la Constitución de 1980, simplemente se implica lo menos posible en la vida del país. Donde el Estado autoritario "otorga," sin una política social, y simplemente da bonos y subvenciona la acción de privados. Un Estado empresarial-corporativista, que no necesita ciudadanos, por lo que no les garantiza nada.

31.8.09

¿Y por qué son caros los libros en Chile...? Notas

De mis tweets.

(@marco2010 "¿Qué prefieren bajar el IVA al libro o crear 2000 bibliotecas para crear demanda y fomentar lectura?" )

en otras palabras, tu pregunta es "¿Pq son caros los libros en Chile?"
Considerando 1. El IVA es un impuesto regresivo, pq afecta a la gente c/menos recursos.

2. El IVA se calcula sobre un precio que de ya es alto.
3. El mercado informal demuestra que existe una alta demanda por libros.
Ergo, hay 2 premisas falsas: que no hay suficiente demanda, y que la eliminación del IVA bajará significativamente el costo del libro.
Por cierto, eliminar el IVA ayuda, pq es un impuesto punitivo y discriminador. Pero no es respuesta al problema del costo per se.
La carestía tiene q ver con el oligopolio orquestado q domina el mercado del libro en Chile.
Hace tres años apareció el sgte artículo en La Nación, y todo sigue igual. http://bit.ly/AB2XY
La solución a la carestía del libro no es entregar incentivos de mercado: es reorganizar el mercado para que funcione de verdad.
...Y la solución no será dictada por ejecutivos de Random House Mondadori o la Cám Chilena del Libro.

27.8.09

el quórum y la constitución (notas)

En respuesta a "Las murallas de Jaime" por Ricardo Mora en el blog La República.

Cada vez que menciono el asunto de los quórums a mis amigos (vivo fuera de Chile), nadie me puede creer. De hecho, ando con la copia “reformada” de la Constitución en mi HD, para mostrársela a quienes no me creen cuando digo que Chile todavía es una dictadura.

Bien indicas la función del quórum como mecanismo de autopreservación. Pero el verdadero genio de la Constitución no se encuentra en los quórums, que son meramente un medio que cumple a la letra su fin– la autoperpetuación del sistema de 1980. El genio de la Constitución es que refleja el alma de la transición pactada, tal y como lo indicaron Tomás Moulian y Alfredo Jocelyn-Holt hace ya más de diez años. El genio de la Constitución reside en la capacidad de convencer a quien gobierna, sea quien sea, sobre la conveniencia del mantener (¡y defender!) el status quo.

En el espacio discursivo, entonces, la Constitución ha sido normalizada. Se hace parte de lo cotidiano, tal y como el estado de excepción bajo Pinochet lo fue. La clase política entra en erupciones periódica por lo que son en el fondo abstracciones. Se gastan en el ejercicio ritual de las votaciones sobre el binominal, las denuncias de los vicios del presidencialismo, la centralización del poder… A sabiendas de que no cambiarán las cosas porque eso no le conviene a nadie, ni al bloque gobernante, ni a su oposición. Mientras tanto, el engendro ideológico de Jaime Guzmán bloquea la capacidad de imaginar (como dice correctamente Halpern) al definir el horizonte de lo posible.

¿Qué hacer? En la práctica el movimiento por la Asamblea Constituyente nos muestra un modo de hacer las cosas. Hay, en ese sentido, bastante que aprender de Ecuador. Me pregunto a veces si sería posible impugnar el documento de manera judicial (a nivel de CIDH)…

Desde la práctica teórica, sólo puedo apuntar a la importancia de analizar el texto en torno a coyunturas claves –una de ellas siendo el control de la mujer de su propio cuerpo, que es un ejemplo clave de la forma en que se constituye el sujeto dentro del “derecho” chileno. Y aprender cómo opera este monstruo, porque sólo una vez que aprendamos, que tomemos conciencia de cuáles son sus ramificaciones, de cómo delimita nuestra realidad, seremos capaces de ver más allá de esta estructura y recuperar nuestra capacidad de imaginar como país.