27.11.11

Tanto más que látex

Nuevamente el gobierno nos entrega una campaña contra el sida sin condones. Esta es una campaña que pone todas sus fichas en la detección, por sobre la educación como prevención. Dado que el correcto uso del condón es la más efectiva forma de prevenir el contagio durante el sexo, ¿por qué la "alergia al látex" del gobierno? Aventuro aquí una respuesta: su eliminación de la campaña es porque quienes nos gobiernan hoy saben que el condón es tanto más que látex.

El condón importa. Como estrategia preventiva, el condón pone el énfasis en ciudadanos activos, que toman decisiones sobre sus cuerpos. El condón muestra que hombres y mujeres pueden y deben tomar pasos concretos para protegerse y proteger a otros del VIH/sida, de enfermedades de transmisión sexual, y del embarazo no deseado. La educación sobre el condón enfatiza la autonomía decisoria y, por lo tanto, política de ciudadanas y ciudadanos.

El condón importa, porque es parte de un arsenal que nos permite decidir qué, cómo, cuándo, dónde, con quién y con qué finalidad mantenemos relaciones sexuales, desarrollamos nuestra afectividad, y expresamos nuestras identidades. El acceso garantizado a tecnologías de auto-cuidado--que en su totalidad incluyen el acceso a una educación sexual integral, la anticoncepción y el aborto libre, seguro y gratuito--devuelven a las personas el control sobre su sexualidad, otorgándoles capacidad de acción, además de responsabilidad sobre sus acciones. Esto es lo que llamamos "ciudadanía sexual."

El condón importa, porque como paso previo al sexo evoca esa gran lucha del feminismo que consagró como un derecho inalienable de las personas el poder decidir tener o no sexo, y bajo qué condiciones. Esto es lo que conocemos como consentimiento: un acuerdo entre las partes que permite discernir y acordar de modo consciente y explícito las condiciones bajo las que se mantendrán relaciones sexuales. El condón es una barrera, y como tal es espacio para conversar. El condón igualiza, creando un espacio activo de deliberación sobre el sexo: tanto para hombres como mujeres, el condón crea un espacio de autodeterminación sexual.

Y estas son las razones por las que el condón causa escozor en el gobierno. Su remoción del lugar privilegiado que le pertenece dentro de una campaña preventiva no es simplemente la expresión irracional de un pechoñismo pequeño-burgués que será eventualmente superado. Considerado en conjunto con el desplazamiento del enfoque de la campaña sobre el cuerpo de la mujer embarazada--esto es, la activa patologización de la madre como potencial riesgo para su hijo--su ausencia aparece como parte de una estrategia alevosa del reaccionarismo radicalizado cuyo fin es limitar el control de nuestro cuerpo y por lo tanto nuestra ciudadanía.

El gobierno, nuevamente, se niega a hablarnos de sexualidad. Se rehusa a reconocer la sexualidad como un elemento intrínseco del ser-ciudadano. Su postura sigue siendo que sexo, género y sexualidad son "asuntos privados"--toda vez que la decisión de marginar estos temas del Estado es netamente política. Es así que se entiende además por qué los condones han ido desapareciendo progresivamente de la salud pública, o que en el "ofertón" de programas de educación sexual el condón haya sido puesto en un lugar subsidiario. La privatización del sexo es ideológica, pero sus efectos netos son reales. En este caso la negligencia del gobierno se traduce en más ignorancia, más contagios innecesarios, y más muertes.

Por la razón, y con condón. Eliminar el enfoque sobre el condón niega el libre ejercicio de nuestra sexualidad. Borrarlo limita nuestra ciudadanía convirtiéndonos en actores pasivos frente a decisiones que afectan a nuestros cuerpos. Evitarlo es perpetuar el sexo como escena primordial de la desigualdad. El condón es tanto más que látex y tanto más que un método preventivo: es también una forma de hacer ciudadanía.


por Iñigo Adriasola, para Estadista.org

Imagen: "Salvavidas." Campaña pro-uso del condón del Gobierno de Australia, c 1990.

4.10.11

¿Quién es maricón?

La semana pasada, panfletos homofóbicos aparecieron en varios puntos de Santiago. Los panfletos denostaban a Jordi Castell, quien aparece en la campaña contra la violencia intrafamiliar del Sernam. Movilh repudió el panfleto. Castell interpuso una querella contra quienes resulten responsables; el Sernam lo secundó.

El panfleto en cuestión reza, "Hasta cuándo en este país se le lava la imagen a los maricones." Continúa implicando que con su campaña, el Sernam se ha acometido al trabajo de normalizar la homosexualidad. Dice que si bien la violencia intrafamiliar es un gran problema, y que sus anónimos autores "no somos homofóbicos" es necesario que el Sernam ponga fin a su campaña ya que "de seguir así las mujeres se quedarán sin sus hombres..." y "los futuros chilenos serán mojones con patas."

Aun con toda la solidaridad que se merece alguien que ha sido objeto de un ataque del tipo–tan burdo y grosero como éste fue–creo necesario hacer algunos alcances. Es necesario, porque este episodio da visibilidad a un problema que es significativo: primero, el establecimiento de una homosexualidad "bien" por parte del Estado; y, segundo, la contínua criminalización de quienes caen fuera de esta norma–el "maricón."

En este sentido, hay una frase en el panfleto que me llamó la atención. Esto, debido en parte por su cualidad casi tautológica: "Maricón es aquel que le gusta el pico." Encuentro que ésta es una definición útil–hay una equivalencia que se establece y que podemos evaluar con relativa facilidad. Ciertamente hay algo falso en esta sentencia, porque sabemos que no a todo quien le gusta el "pico" se identifica como maricón (u homosexual, o gay), ni a todo maricón le gusta el "pico"–la sexualidad en la práctica es, después de todo, bastante más complicada que los términos con los que precariamente tratamos de empaquetarla.

Sin embargo hay algo productivo que emerge de esta frase: algo que nos ayuda a pensar sobre sexualidad. Por que en esta frase se subraya el vínculo entre práctica sexual e identidad. Y esto es algo que hemos visto divorciado tanto en el discurso sobre sexualidad del Gobierno, como en el altamente mediatizado discurso de la Fundación Iguales de Pablo Simonetti (así como también en el de Movilh). Aquí, como maricón feminista, hay algo que agradecer.

Hay una cierta ironía en este caso. Es en realidad la campaña del Sernam la que de cierto modo crea las condiciones para el ataque homofóbico contra Castell. Esta segunda campaña contra violencia intrafamiliar del Sernam repite violentamente la misma estructura homofóbica de la primera. "Maricón 2.0" continua basándose en la criminalización y marginalización de ciertas formas de vivir la identidad sexual. Como escribí el año pasado a propósito de la primera versión de esta campaña, "maricón" es alguien que no aparece en la imagen. Es un Otro contra quien se re-dirige la violencia machista que se encuentra a la base de la violencia intrafamiliar.

Al contrario de lo que el autor del panfleto creería, el objetivo de la campaña del Sernam es finalmente subrayar la criminalidad del maricón ("aquel que le gusta el pico"). La imagen de Jordi Castell, en tanto, se transforma en un símbolo que toma el lugar de lo que sería una sexualidad aceptable–una sexualidad sin sexo, que se traduce más bien en una opción de consumo.

"Diselo al que se lo merece." Si bien, los autores del panfleto equivocan en su interpretación de los efectos de la campaña del Sernam, para nuestro propósito subrayan un proceso importante: la progresiva eliminación del cuerpo que desea como base y condición de una verdadera política sexual. Un ejemplo de esto, es la cooptación por parte del conservadurismo de nuestra reivindicación de igualdad ante la ley como garantía mínima de dignidad, y su transformación en un discurso de respetabilidad pequeño-burguesa.

En todo caso, el efecto más grave de ignorar que nuestra lucha es en realidad por cuerpos y vidas que desean, se da en la perpetuación de la violencia contra el Otro. Esta es una violencia que vemos de ya en este incidente, y en tantos otros ejemplos de violencia que hemos presenciado en el transcurso de este año. El Sernam es cómplice de esta violencia.

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Posteado en el blog del Observatorio de Género y Equidad (1 de octubre).
Crosspost en el blog Curvas Políticas y Estadista.org (1 de octubre).

25.9.11

preguntas y respuestas

Y miren con quién me topé en una visita a Cambridge, Mass.

Humo de Piñera en Harvard (2011) from Montserrat Nicolas on Vimeo.


Estudiantes de Chile, NO ESTAN SOLOS. Los apoyamos con todo.

15.8.11

Humo y espejos

Quizás haya sido el incremento de las contradicciones, la dialéctica histórica, o el alineamiento de los astros. Quizás simplemente era cosa de tener a la derecha en el poder para que quienes sentían algún tipo de lealtad hacia la Concertación mientras fue gobierno se terminaran de sumar al tren del cambio.

Como sea: Chile se encuentra en una encrucijada que no podíamos haber vislumbrado hace incluso un año atrás. Se presentía movimientos importantes--una futura gran liberación de energía, telúrica en su magnitud. Su llegada con el movimiento estudiantil--junto con los sindicatos, un tradicional catalizador de las grandes luchas sociales de nuestra República--ha sido explosiva, sorprendente, gratificante… Un gran orgasmo social tras años de frigidez conservadora. Este es un nuevo Chile donde todo puede ocurrir.

El Gobierno y gran parte de la oficialidad--incluyendo parlamentarios de múltiples colores--parecen no entender el mensaje. Ellos mismos se han visto sorprendidos y sobrepasados por la persistencia y amplitud de un movimiento que va tanto más allá de las reivindicaciones puntuales de la mal habida reforma educacional. Esta es una crisis de representatividad, cuyo síntoma se veía ya en la exigua participación en un sistema que ha hecho de la despolitización una virtud. Son veinte años y contando de anti-política, que finalmente nos han pasado la cuenta.

Hoy se ve cuestionado un modelo completo. El objetivo del movimiento es el fin a esta anti-política que se basa en la reproducción de la desigualdad: la persistencia de la pobreza, además del trato inicuo e injusto hacia quienes somos de algún modo diferentes--no-hombres, no-"blancos", no-Santiago, no-ABC1, no-heteros…--como incentivo y premio al conformismo y la aspiración pequeño-burguesa a una igualdad sin diferencias.

En ese marco, el Gobierno hoy se cuelga desesperadamente a la última carta que le quedaba en ese gran juego de humo y espejos que confundió como programa: la regulación a las uniones de hecho. Esa carta que se esperaba humanizaría al Gobierno, y le daría una impronta liberal a una "nueva" derecha vencida y pinochetizada. Una carta que revela hoy en una gran ceremonia en La Moneda, el mismo día que marchan por la Alameda estudiantes y trabajadores pidiendo igualdad real.

Y sin embargo el Acuerdo de Vida en Pareja es un proyecto que promete igualdad legal, pero que en realidad se revela de color ambiguo. Crea una institucionalidad paralela, de trámites engorrosos y por el que nadie que se enorgullezca de asumir públicamente su sexualidad daría un maní.


Valga añadir que el Gobierno nuevamente ignoró a las organizaciones que han trabajado ésta como parte de tantas otras reivindicaciones, muchísimo más urgentes. O que con un afán divisionista y sesgado se excluyó a activistas lesbianas y gentes trans del debate y que por lo tanto no ha habido debate como tal. En otras palabras, se sigue gobernando desde arriba, sin escuchar a nadie, sin consensuar, y sin mediar. Se confunde aquí "igualdad" con un cambio cosmético, mientras lo que se pide es otro modo de hacer política--de crear comunidad.

Hoy, Chile pide Igualdad y Justicia, y mientras tanto el Gobierno en su miopía sigue ofreciendo migajas. En vez de mascaradas "liberales" queremos políticas sociales de verdad: una socialdemocracia. ¿Es mucho pedir?

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Primero posteado en el blog amigo Curvas Políticas. (8/12)

13.7.11

Sopa de letras




Ha sido ya tiempo desde que aparecieron las primeras letras arco iris en la sopa política: PUC (Pacto de Uniones Civiles, de larga data), AVC (Acuerdo de Vida en Común) y el sucedáneo AVP (Acuerdo de Vida en Pareja).

Y ahora apareció el último acrónimo: ACNM. El gobierno finalmente ha decidido actuar ante la promesa de campaña de Sebastián Piñera de promover alguna forma de reconocimiento a parejas que conviven sin haberse casado proponiendo el Acuerdo de Convivencia No-Matrimonial. Se trata de una fórmula deliberadamente vaga, diseñada para no actualizar el reconocimiento a las otras familias: las familias homoparentales que los ideólogos del reaccionarismo chileno buscan continuar marginalizando.

El mensaje que envía el gobierno es claro: se trata de un contrato de segunda clase--un "no-matrimonio" que ojalá ocurra lejos del Registro Civil--destinado a regular cuestiones esencialmente patrimoniales. El proyecto no establece un marco que proteja las uniones en sí, ni da un debido reconocimiento a la dignidad de las personas más allá de su orientación sexual. Ni hablar de cumplir con su deber de respetar y proteger a nuestras familias. En el mejor de los casos, se trata de crear un obstáculo más al ineludible debate sobre matrimonio igualitario.

El proyecto concede lo suficiente a la derecha dura como para hacerlo inaceptable para quienes nos vemos afectados por la legislación. En ese sentido, me reservo una dosis de escepticismo frente a las verdaderas intenciones del gobierno al presentar esta fórmula. Es un proyecto que no tiene viabilidad política, puesto que no será apoyado por nosotros ni nuestros aliados parlamentarios. Tampoco será a final de cuentas, apoyado por la derecha reaccionaria. Desde esa perspectiva, el Acuerdo de Convivencia No-Matrimonial sirve para tan solo crear la impresión de que las cosas cambian: que hay un gobierno que escucha y que hay un debate que se mueve hacia adelante.

Para que exista un verdadero debate, se debe escuchar a las organizaciones sociales que han luchado por nuestros derechos por más de veinte años, y que saben que ni pactos de unión civil ni el matrimonio igualitario son un fin en sí mismos. Como bien indicó el MUMS en su pasada ponencia ante el Congreso, la verdadera igualdad y justicia que anhelamos derivan no de legislación emblemática, sino de políticas públicas e iniciativas legales coherentes que garanticen los derechos de la diversidad sexual en su conjunto: en particular, el establecimiento de una ley anti-discriminación, la igualdad matrimonial, y un marco legal que se adapte ante diferentes formas de expresión e identificación de género.

Hoy por hoy, un verdadero debate sobre "uniones homosexuales" no existe. Esto, por cuanto el gobierno continúa buscando monopolizar los términos utilizados y por ende demarcar los límites del debate, divorciándolo de lo que son las reivindicaciones del movimiento por los derechos de la diversidad sexual.
Si el gobierno busca ganar esta batalla por las imágenes, las movilizaciones y la opinión pública demuestran que ya ha fallado.

1.7.11

Miles

Desde lejos los acompañé. Fuimos miles.
(Foto por Kena Lorenzini.)

La marcha del 25, una marcha que fue sobre tanto más que un simple "matrimonio homosexual." Viendo las fotos en el blog de la Kena, cómo no ver la diversidad: las distintas posiciones, opiniones, subjetividades que participaron.

Fue un hito. Este es Otro Chile. Un Chile que está aquí para quedarse.

22.6.11

Hacer justicia

Una mujer trans ejerce el trabajo sexual en las calles de Valparaíso. Sandy trabaja arriesgando su vida para poder vivir. Para ella es la única vida posible.

El 7 de junio, Sandy sube al furgón de un posible cliente. Al interior, un grupo de desconocidos la golpea brutalmente en su cara y cabeza, posiblemente con un bate de béisbol. Luego de ser agredida, es lanzada desde el vehículo, y abandonada en la vía pública . Por sus graves heridas, es hospitalizada y mantenida en un coma inducido. Sandy habita el borde mismo de la muerte.

Se estampa una denuncia, que las autoridades y la policía se comprometen a investigar. Pero no hay garantía alguna que este caso concluya con detenidos, o que aquel compromiso se traduzca en algo más allá de aquellas declaraciones que pronto desaparecerán en el viento. Sabemos cuán difícil es obtener reparación siendo pobre en Chile--aun más cuando se es pobre y diferente.

La historia de Sandy no concluye. Sandy vive--ella desea vivir. La misma fuerza que la llevaba a arriesgar su vida para poder ser quien es y expresar su identidad, la mantiene hoy aferrada a la vida. Otras también han sufrido este tipo de violencia--muchas han muerto. Recordamos crímenes de una violencia espantosa, como el sufrido por Ximena Sotomayor, en 2004; otros como el asesinato de la activista trans Bárbara Rivero, ese mismo año, en el que la fóbica indiferencia y negligencia por parte del servicio de salud estatal llevaron a su muerte--crímenes ambos que resultaron impunes.

La madre de Sandy reclama justicia para su hija. Lo hace sabiendo lo difícil que es obtener reparación. Y al hacerlo, nos fuerza a preguntarnos, ¿qué significa hacer justicia en este caso? ¿Qué significa reparar realmente el daño hecho? ¿Se trata simplemente de encausar y sentenciar a quienes cometen un delito de este tipo? ¿Basta con un gesto así, para borrar la deuda que contraemos como sociedad ante las personas que sufren en su carne la verdad de la precariedad sexual: el tener que vivir la permanente negación de la vida del Otro, el tener que vivir la diferencia como condena a muerte?

Ante la violencia que sufrió Sandy, es importante replantearse lo que significa la justicia. Porque esta violencia no es un simple exceso. Es la manifestación más concreta del trato inicuo que permite nuestro país frente a personas que desafían la norma, en particular aquellas que expresan su diferencia--sea identidad o expresión de género--de modo visible.

Esa iniquidad aparece de muchas otras formas. Por ejemplo, es la iniquidad que se esconde tras la iniciativa asistencialista de Joaquín Lavín en sus años en la alcaldía de Santiago--quien en vez de buscar asegurar las condiciones básicas para su real inserción laboral, ofrecía capacitar a estas mujeres en pequeños trabajos domésticos que las mantuviera escondidas en sus casas: invisibles, fuera de la calle, fuera de la vista del público. (Valga añadir que en su momento, Sandy participó en esa iniciativa.) Es la misma iniquidad que permitió la remoción de la causal "identidad y expresión de género" del proyecto de ley "antidiscriminación" que se tramita en estos días en el Senado.

En estos días, presenciamos un debate sobre la "igualdad." Quienes participan de él debieran reflexionar sobre lo que significa el pedido de justicia que realiza la madre de Sandy. Porque pedir justicia es pedir igualdad de verdad. Pedir justicia es pedir ciudadanía. Pedir justicia es pedir visibilidad. Pedir justicia es reconocer la diferencia, no pretender cubrirla con un manto de respetabilidad. Nosotros también pedimos justicia para Sandy, y para todos y todas quienes vivimos de algún modo la precariedad sexual. Pedimos justicia y pedimos igualdad: exigimos las garantías para que cada ciudadana y ciudadano pueda vivir y habitar su diferencia.

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La carta de la madre de Sandy Iturra Gamboa puede ser leída acá.
El Instituto Nacional de Derechos Humanos también publicó un comentario sobre el caso.


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Crossposted en Curvas Políticas (22/6).

20.6.11

alterofobia

Ha sido un mes intenso: el comienzo de la discusión de proyectos de uniones civiles (o la sopa de letras: AVC, AVP, PUC...), el posible destrabe de ley antidiscriminación (sin gente trans), los dichos homofóbicos del diputado Enrique Estay (Araucanía-UDI) y su posterior comparecencia ante el Comité de Ética de la Cámara, el ataque lesbofóbico en tribunales contra la jueza Karen Atala y la reacción de los medios chilenos, y finalmente el violento ataque que sufrió Sandy Iturra, una ciudadana trans de Valparaíso, quien se encuentra por este motivo al borde de la muerte.

Estos eventos nos llevan a preguntas interrelacionadas: sobre la naturaleza de la violencia contra el Otro, como acción y discurso; sobre la idea de justicia y reparación; y la noción de igualdad, derechos y ciudadanía. Lo importante es recalcar que estos eventos no son separados, sino que participan de un mismo espacio de discurso y acción: se trata de un continuo de odio en contra del Otro.

La aparente discrecionalidad de la violencia enmascara la estructura dentro de la cual emerge. La homofobia no se localiza en su manifestación más visible (esto es, la crasa ignorancia y odio del diputado Estay, o la violencia física ejercida contra Sandy), sino en las bases mismas--invisibles--de la socialidad que la permiten. Se revela en la ausencia y omisiones del Estado ante estos actos--incluso en el mismo debate que promete y difiere permanentemente la obtención de justicia y reparación, esto es, ciudadanía, para quienes habitan la diferencia.

20.5.11

Familias que sí cuentan, familias que no

por Iñigo Adriasola

Hace algunas semanas atrás fui hospitalizado después de un accidente de tránsito. Al llegar a la sala de emergencias, un auxiliar me pidió un número de teléfono para contactar a mi familia. Sin pensarlo dos veces, les di el de mi pareja, quien vive en otra ciudad. Desperté después de cirugía y lo encontré a mi lado, tomando mi mano. Los próximos días iban a ser difíciles, pero él estaba junto a mi. Durante mi estadía en el hospital se nos trató con el máximo de respeto. Los doctores discutían con mi pareja mi progreso. Los enfermeros lo trataron a él con la misma deferencia con la que trataron a mi madre una vez que ella llegó. Para el hospital, él y ella eran--igualmente--mi familia.

En los días que pasé hospitalizado, comenzó a acecharme una duda. ¿Cómo hubiera sido nuestra experiencia si el accidente hubiera ocurrido en vez en mi país--donde no hay ley o directiva alguna que proteja a parejas del mismo sexo, ni se da reconocimiento a nuestras familias? En Chile, hubiéramos quedado a merced de la buena voluntad del doctor o enfermero de turno. Pero nadie asegura que en un momento en el que pude haber perdido mi vida, el hombre a quien amo y con quien comparto mi vida hubiera sido tratado como mi compañero, ni que nuestra dignidad como personas sería respetada. Esto, porque el estado chileno simplemente no reconoce nuestro vínculo, ni nos reconoce como familia.

Hoy gobierna nuestro país una corriente política que dice defender a "la familia." Monopolizando a "la familia" como su objeto, esta ideología homogeneiza a miles de familias chilenas muy distintas entre sí, tratándolas como si todas hubieran sido sacadas del mismo molde. Paradójicamente, los ideólogos de "la familia" satanizan a esas otras familias que se alejan del estándar que ellos arbitrariamente han construido. El contorsionismo lógico que realizan estos paladines de "la familia" para excluir a muchos e incluir a algunos pocos es notable. Su objetivo parece siempre ser el volver al orden antiguo de las cosas: con familias que cuentan y otras que no. Así repiten gestos sin sentido, como propuestas autoabortivas lanzadas ante el Senado para enmarcar la discriminación contra ciertos chilenos y chilenas dentro de la misma Constitución que asegura la igualdad de todos quienes viven en Chile.

Uno de los mayores problemas que crea la ideología de "la familia" en singular es la distorsión que ella ejerce sobre la realidad. En el actual gobierno esto se refleja en una persistente incapacidad de reconocer que la mayoría de las familias chilenas no son esa "familia" de la que hablan en sus discursos: que no todo Chile cuenta con un papá-jefe de hogar, mamá-dueña de casa abnegada, hijo e hija estudiantes. Que en realidad, las familias de Chile no son esa rubia familia nuclear. Ignoran que son muchas más las familias lideradas por una mujer. Que tradicionalmente los hogares chilenos han sido multigeneracionales y laterales. Que incluso antes de la invención del divorcio, nuestras familias se desarmaban y reconfiguraban con una gran velocidad. Que los bordes y contornos de lo que es y ha sido considerado "familia" son porosos y cambian a través del tiempo. Por esta razón, para los ideólogos del reaccionarismo criollo la realidad se convierte en un problema--y sus presiones llevan al Gobierno a dejar de gobernar para la realidad.

Para estos ideólogos, las otras familias son un problema, puesto que desmienten el que "la familia" exista de una sola manera, o que haya una sola forma legítima de amar. Es así como durante su campaña electoral, el actual presidente se comprometió a buscar una "solución" al "problema" de las parejas de hecho--que también es la única forma de vida en pareja que existe para gays y lesbianas. Un (ex-)senador de derecha propuso el bullido Acuerdo de Vida en Común, a través del cual relaciones como las nuestras serían reguladas en cuanto al patrimonio común y la herencia. La presidencia prepara su propia versión del proyecto, que parece ser, en esencia, idéntica pero con más eufemismos. Aun si como iniciativa es generosa--si consideramos la inacción de gobiernos anteriores al respecto--esta "solución" no reconoce nuestras uniones como tal. Al final de cuentas, el AVC y los sucedáneos previstos por el gobierno reducen nuestro amor a una cuestión de propiedad privada. La verdadera función del AVC es la de un señuelo--les daremos algunos derechos, pero ustedes no son familia. El mensaje de Piñera durante la ceremonia por el inicio del discriminatorio bono "bodas de oro" fue bastante claro al respecto, cuando renegó de su promesa, contraída con bombos y platillos durante la franja electoral, de dar dignidad y reconocimiento a nuestro amor y a nuestras familias.

Los duros entre quienes dicen defender a "la familia" nos denigran y tratan como si fuéramos una amenaza. Se equivocan. Son en realidad las mismas políticas que ellos impulsan las que ponen en peligro a las familias chilenas en su gran complejidad y diversidad. La flexibilidad laboral y la liberalización del postnatal que busca el gobierno castigan a la mujer que con su trabajo mantiene un hogar. La erosión de políticas sociales en pos de la mal llamada responsabilidad fiscal dificulta la reinserción laboral de trabajadoras con hijos. Las políticas centradas en una imaginaria "familia tradicional" invisibilizan a las familias monoparentales, que hoy surgen como nueva mayoría. La fetichización política de la mujer-madre borra el importante rol que le cabe al hombre dentro del hogar. Incluso políticas "liberales" como el AVC--bien intencionadas, aun cuando reducen la orientación sexual a orientación de consumo--nos hacen invisibles a nosotros que formamos esas otras familias, las familias homoparentales. Y esa es la misma invisibilidad por la que seguimos siendo hoy, bisexuales, lesbianas, gays, gente trans e intersexual, vulnerables al odio, la discriminación y la violencia.

¿Qué hacer entonces? A final de cuentas, estos son problemas reales. La desprotección y la precariedad existen y castigan a miles de familias e individuos cuyos derechos hoy no son reconocidos por el Estado. Las familias de Chile necesitan reconocimiento y apoyo, como bien indica el Presidente. Por eso mismo, me sorprendió escuchar en estos días rumores sobre la posible formación de un Ministerio de la Mujer y la Familia. Cabe preguntarse, ¿cuáles familias contarían para un tal Ministerio? Ciertamente no la de una mujer como Karen Atala, a quien el Estado quitó la custodia de sus hijas simplemente por atreverse a vivir y amar otramente.
El discurso presidencial ante el Congreso del 21 de mayo se encuentra a la vuelta de la esquina. ¿Nos ofrecerá el Gobierno finalmente políticas reales de ayuda a las familias chilenas, o ganarán nuevamente esta batalla los ideólogos conservadores con su vacua retórica de la defensa de una "familia" imaginaria? Por desgracia, hoy, con la mezquina política del Gobierno parece que ganan el odio y la intolerancia.

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Primero publicado en el blog amigo Curvas Políticas (19 de mayo).

Republicado en el blog del Observatorio de Género y Equidad (27 de mayo).

9.3.11

Efemérides

por Iñigo Adriasola, para Estadista.org

De un tiempo a otra parte, el gobierno de Sebastián Piñera celebra muchas cosas. Será quizás el entusiasmo que se contagia entre el alivio y felicidad de haber sobrevivido este primer año a cargo del negocio. Pero en su alegría, el gobierno celebra cosas que nosotros no celebraríamos: un año del terremoto del 27 de febrero del 2010, por ejemplo; una reconstrucción que llega tarde y mal, cuando y si es que llega; o el Día Internacional de la Mujer, la misma que ha visto sus derechos erosionados con el progresivo desmantelamiento de los programas sociales del gobierno.
Celebrar es marcar una fecha con fiestas. Es alegrarse de cosas realizadas: de tareas cumplidas.

Sin logros las celebraciones son palabras vacías, gestos inútiles hechos a desgano.

Si celebramos lo que es ahora, el status quo, celebramos el que localidades completas hayan desaparecido, que gente haya muerto, y que haya todavía hoy pueblos sin agua potable. Celebramos que la mujer continúe siendo objeto de violencia (o que se violente a otros en el nombre de combatir esa violencia), y que legalmente se le condene a ser matriz reproductiva. Celebramos leyes que aún no son leyes, y que probablemente ni siquiera existen aún siquiera como proyecto de ley.


Conmemorar, por otra parte, significa hacer memoria. Y memoria es una palabra que curiosamente causa prurito en la derecha. He aquí una paradoja: esta misma derecha que funda su autoridad en la noción de un mandato ancestral, e imagina a su ley como un "Derecho Natural" o divino encarnado en el tiempo de los hombres, detesta la memoria. Porque la memoria demuestra lo falso que resulta sus celebraciones del pasado, y lo fatua que es su pretensión al futuro.

Hoy, entonces, el gobierno decidió "celebrar" a La Mujer. Una mujer que todavía hoy gana menos que un hombre por el mismo trabajo realizado; una mujer que aún debe cotizar más en seguros; una mujer que a pesar de ser frecuentemente jefa de familia, enfrenta una acentuada precariedad laboral; una mujer a la que aún legalmente se le niega control de su propio cuerpo, y, por lo tanto, ciudadanía plena. Una mujer que hoy, a un año de comenzar el gobierno de Sebastián Piñera, ve la institucionalidad que debía velar por la igualdad de género reducida a cenizas. Una mujer cuyos derechos son cada vez más limitados, mientras avanza un programa que busca sin pudor alguno devolverla a la casa, a atender el teléfono para algún call-center con la teta colgando mientras amamanta a su bebé (lo que conocemos con el eufemismo de "flexibilidad laboral"). En estas condiciones, resulta sintomático que para "celebrar" a la mujer-útero en su día, SERNAM invite a Kramer a contar un par de chistes al escenario.

Aunque a veces sus acciones nos dejan con la duda de cuán conscientes son a la hora de elegir sus palabras, debemos reconocer que quienes nos gobiernan es gente educada, que sabe muy bien la diferencia entre celebrar y conmemorar. Por lo que la elección de verbo para describir la acción que marca a la efeméride dice mucho. Se celebra hoy, por que no hay nada que celebrar. Se celebra hoy porque la memoria es demasiado. Se celebra, para tapar lo que no se ha hecho. Se celebra, para no mencionar las promesas sin cumplir.

Pues bien, ellos celebran. Nosotros conmemoramos.


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Publicado en el blog amigo Curvas Políticas y estadista.org (8/3).

Publicado en el blog del Observatorio de Género y Equidad (10/3).

Notas... en Radio Tierra



Durante mi paso por Chile a comienzos de año tuve el placer de conversar con Natalia Flores y Pilar Pezoa del Observatorio de Género y Equidad. La entrevista fue transmitida el 28 de enero, y se puede escuchar aquí.

26.1.11

Pensar al Otro como extensión de sí.

El 21 de enero la ONG feminista La Morada y la Asociación Chilena de ONGs lanzaron una campaña a través de internet a favor de la despenalización del aborto terapéutico: "Tengo derecho a decidir". La campaña hace uso de vídeos simples para instar a hombres (y mujeres) a "ponerse en el lugar del otro." En los videos, actores narran una situación de embarazo inviable - el tipo de situación al que busca dar solución el proyecto Matthei-Rossi, sobre el que escribí acá.




Los vídeos buscan utilizar un mecanismo de proyección e identificación con el personaje que aparece en la pantalla. La teoría detrás de la producción es la de identificación a través del género: si un hombre ve esto (un hombre narrando la situación), se identificará con el personaje (hombre), y podrá entender lo que significa verse (como hombre) en una situación así.

Creo, sin embargo, que lo verdaderamente brillante del video se da en otra instancia. Esto es, en la des-identificación que ocurre en el momento de ver/escuchar a este actor hablando de su cuerpo: la incomodidad que provoca ver a un hombre "habitando" a través de la narración del video el cuerpo de una mujer. Esta des-identificación anuncia el reconocimiento de la diferencia: la imposibilidad de comprender completamente la posición del Otro, toda vez que subraya el imperativo ético de actuar a partir de este reconocimiento.

Es en el momento de incomodidad, de duda, cuando el espectador pre-supuesto o dibujado por el video, deja de ser ese espectador. En ese instante, la cuestión del derecho al aborto cesa de ser un problema de "empatía" a nivel superficial, y se transforma en una pregunta que se articula desde la diferencia: ¿Qué significa ser hombre y desear el aborto, como una aspiración legítima de todas las mujeres? ¿Qué significa pensar los derechos de un cuerpo que no es mío?

Esta es una pregunta crítica. Importa, porque colectiviza una reivindicación que ha sido tradicionalmente formulada como una cuestión de derechos individuales ("Yo elijo"), y la transforma y abre como un problema que todos y todas compartimos, como una aspiración legítima que conforma comunidad.

El 7 de enero participé en Santiago en una protesta convocada por varias organizaciones feministas ante el Ministerio de Salud, donde nos juntamos a pedir la despenalización del aborto en Chile, como también exigir una disculpa del Ministro Jaime Mañalich por su deleznable e injuriosa actitud en el triste caso de Claudia Pizarro, a quien acusó de ser una "víctima" utilizada en un "montaje" por parte de gente anónima que buscaba instalar este tema en el discurso nacional. (Kena Lorenzini tiene excelentes fotos de la protesta en su blog.) Durante la protesta, uno de los gritos que usamos fue el clásico "Saquen sus rosarios de nuestros ovarios/ por un aborto libre, gratuito e igualitario," al que me uní. Traigo esta anécdota a colación porque esta también fue un momento en el que personalmente sentí esa des-identificación productiva. ¿Por qué yo, desde mi posición particular apoyo esta reivindicación? ¿Por qué siendo que no tengo ovarios -que yo sepa!- me importa que el clero y la élite sigan metiendo sus rosarios en ellos...? Por una parte la respuesta es "¿por qué no?" Pero desde la des-identificación, como sitio desde el cual teorizar mi vínculo con el Otro, se abre como una interrogante productiva.

Entonces, ¿por qué luchar por los derechos del Otro (aquí las mujeres)? ¿Qué hace de esta lucha algo que me involucre también a mí? El derecho al aborto, es el derecho de la mujer a constituirse como ciudadana. Es el derecho a una tecnología que le permite incorporarse a la sociedad en igual pie. El reconocimiento a este derecho es parte de la condición mínima en la cual ellas pueden acceder a la comunidad, y así transformarla. Aún más allá, el derecho al aborto reconoce al cuerpo dentro de la política, y con ello la noción de ciudadanía pasa a ser una noción corporal: ciudadanía pasa a ser cuestión del reconocimiento del Estado a nuestra realidad como cuerpos que merecen ser protegidos. El Estado pasa a ser garante de la vida vivible. Y es precisamente este problema, lo que hace de la lucha por la autodeterminación corporal una cuestión fundamental para quienes somos de algún modo "Otro," quienes caemos fuera de la norma de conducta que impone el marco político.

La campaña de La Morada logra abrir una interrogante francamente subversiva. En ese sentido, quizás excede su objetivo original, pero por eso mismo se vuelve aún más valiosa. A través de ella, llegamos a una pregunta crítica, que debe ser mantenida abierta como problema: qué significa pensar los derechos de alguien que no soy yo como algo que me afecta también a mí y mi comunidad. Esto es, pensar al Otro como extensión de sí: y esto es extensible, por supuesto, a otras modalidades de la diferencia, y su reconocimiento, como condición básica para el hacer comunidad.

Esta es una buena campaña: necesaria, valiente, y espero que -a pesar de reconocer el valor de las campañas virales- ella logre salir del ámbito reducido de Internet, y encuentre formas de llegar a otros espacios.

5.1.11

La Mala Educación Sexual

por Iñigo Adriasola para CRVS/Estadista.org.

Después de las campañas de des-prevención VIH/sida y la de homofobia de Estado bajo el pretexto de prevenir la violencia intrafamiliar, el Gobierno de Sebastián Piñera nos demuestra una vez más cuán novel y moderna es su Nueva Derecha -- esta vez dejando a los jóvenes de Chile sin educación sexual.

Obviamente, las mentes brillantes que lideran el Mineduc, partiendo por el Ministro Numerario Opus Dei Joaquín Lavín, jamás admitirían que es eso lo que están haciendo. Pero es en efecto lo que ocurre con la decisión del Mineduc y Sernam - o lo que va quedando de éste - de promover no uno, sino SIETE programas de educación sexual, algunos buenos y de comprobada efectividad, otros que enseñan novenas y mandas a Santa Rita de Cascia - la santa de los casos imposibles - como método anticonceptivo.

La nueva forma de gobernar le ofrece desde Marzo siete "opciones" que le dan un completamente nuevo sentido a la expresión "mercado de las ideas." ¿Usted le tiene alergia a los condones? ¡Casero! Le tenemos programas fantásticos que desvirtúan, denostan y prohiben el uso del condón. ¿No le gustan los gays y las lesbianas? ¡No se preocupe! Aquí le tenemos un programa a la medida que dice que la homosexualidad no existe como identidad; y como extensión que gays y lesbianas -que dicho sea de paso, son identificación social y política- NO EXISTEN. Y, por si acaso, dos programas más que le dicen que la homosexualidad es pecado. (Ah, y buena suerte a la gente Trans o Intersexual). ¿Le gusta más el sexo con moralina y harta culpa? Ahí le tenemos un programa nuevecito de paquete "basado en virtudes: castidad, pudor, virginidad, abstinencia." Y otro que le vende la pomada con la idea de "posponer" en vez de usar condones.


Fuera de los contenidos y "valores" -- o mejor dicho, esa tan local ideología pechoña en perpetua batalla con una realidad que la supera -- que algunos de estos programas promueven, cabe preguntarse con qué criterio se fomentan programas que no se basan en evidencia positiva de tipo alguno, en igual pie que otras de reconocida rigurosidad científica; y que se incluyan solo dos o tres programas que pasan estándares internacionales. ¿Quién decide qué se enseña? ¿Cuál es el proceso decisorio? Y aún más importante, ¿por qué el Ministerio que se dedica, por ley, a desarrollar políticas educativas para la nación permite que se diluya su autoridad tutelar?

Lo que más preocupa es que, evidentemente, estas SIETE "OPCIONES" se contradicen y anulan sus contenidos. Son SIETE los programas que se promueven, con contenidos disimilares, sin conocimiento de base transversal. Y Mineduc (esto es, el Estado) les dice, literalmente, que "Todo es igual y nada es mejor." Subrayamos: Con la Mala Educación Sexual de Piñera, los jóvenes de Chile se enfrentan a la más macabra campaña de desinformación en la historia de nuestra República desde la fundación de El Mercurio.

Nuevamente acá triunfa la ideología del ciudadano como consumidor. Opciones por doquier y como le guste a usted. Cabe preguntarnos si los programas son para los estudiantes o para los padres. O para la Santa Curia en Roma. Es todo muy confuso. Lo que sí nos queda claro, es que el Gobierno de Sebastián Piñera nos entrega un nuevo récord en la creación de malas políticas públicas en género y sexualidad.

Bienvenidos al Año del Conejo.

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Publicado 4 de enero 2011 en el blog amigo Curvas Políticas.