15.8.11

Humo y espejos

Quizás haya sido el incremento de las contradicciones, la dialéctica histórica, o el alineamiento de los astros. Quizás simplemente era cosa de tener a la derecha en el poder para que quienes sentían algún tipo de lealtad hacia la Concertación mientras fue gobierno se terminaran de sumar al tren del cambio.

Como sea: Chile se encuentra en una encrucijada que no podíamos haber vislumbrado hace incluso un año atrás. Se presentía movimientos importantes--una futura gran liberación de energía, telúrica en su magnitud. Su llegada con el movimiento estudiantil--junto con los sindicatos, un tradicional catalizador de las grandes luchas sociales de nuestra República--ha sido explosiva, sorprendente, gratificante… Un gran orgasmo social tras años de frigidez conservadora. Este es un nuevo Chile donde todo puede ocurrir.

El Gobierno y gran parte de la oficialidad--incluyendo parlamentarios de múltiples colores--parecen no entender el mensaje. Ellos mismos se han visto sorprendidos y sobrepasados por la persistencia y amplitud de un movimiento que va tanto más allá de las reivindicaciones puntuales de la mal habida reforma educacional. Esta es una crisis de representatividad, cuyo síntoma se veía ya en la exigua participación en un sistema que ha hecho de la despolitización una virtud. Son veinte años y contando de anti-política, que finalmente nos han pasado la cuenta.

Hoy se ve cuestionado un modelo completo. El objetivo del movimiento es el fin a esta anti-política que se basa en la reproducción de la desigualdad: la persistencia de la pobreza, además del trato inicuo e injusto hacia quienes somos de algún modo diferentes--no-hombres, no-"blancos", no-Santiago, no-ABC1, no-heteros…--como incentivo y premio al conformismo y la aspiración pequeño-burguesa a una igualdad sin diferencias.

En ese marco, el Gobierno hoy se cuelga desesperadamente a la última carta que le quedaba en ese gran juego de humo y espejos que confundió como programa: la regulación a las uniones de hecho. Esa carta que se esperaba humanizaría al Gobierno, y le daría una impronta liberal a una "nueva" derecha vencida y pinochetizada. Una carta que revela hoy en una gran ceremonia en La Moneda, el mismo día que marchan por la Alameda estudiantes y trabajadores pidiendo igualdad real.

Y sin embargo el Acuerdo de Vida en Pareja es un proyecto que promete igualdad legal, pero que en realidad se revela de color ambiguo. Crea una institucionalidad paralela, de trámites engorrosos y por el que nadie que se enorgullezca de asumir públicamente su sexualidad daría un maní.


Valga añadir que el Gobierno nuevamente ignoró a las organizaciones que han trabajado ésta como parte de tantas otras reivindicaciones, muchísimo más urgentes. O que con un afán divisionista y sesgado se excluyó a activistas lesbianas y gentes trans del debate y que por lo tanto no ha habido debate como tal. En otras palabras, se sigue gobernando desde arriba, sin escuchar a nadie, sin consensuar, y sin mediar. Se confunde aquí "igualdad" con un cambio cosmético, mientras lo que se pide es otro modo de hacer política--de crear comunidad.

Hoy, Chile pide Igualdad y Justicia, y mientras tanto el Gobierno en su miopía sigue ofreciendo migajas. En vez de mascaradas "liberales" queremos políticas sociales de verdad: una socialdemocracia. ¿Es mucho pedir?

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Primero posteado en el blog amigo Curvas Políticas. (8/12)