24.5.10

contra el voto obligatorio

Esta es una respuesta a una columna de Daniel Bello en el Quinto Poder, en la cual Daniel presenta argumentos a favor del voto obligatorio. Con Daniel venimos peleando sobre esto desde hace algún tiempo. Saludos pa Daniel ; )

Mi oposición al voto obligatorio se basa en tres puntos.

(1) El voto obligatorio implica castigar la libertad de pensamiento y acción, lo cual está lejos de un verdadero espíritu democrático. El voto obligatorio vicia la democracia: en el mejor de los casos es paternalismo; en el peor, miedo a la voluntad popular.

(2) El voto obligatorio criminaliza la protesta. Si me abstengo o anulo (cosa que personalmente ya hago) sigo participando en el sistema. Rehusar participación es rehusar la discusión, in toto. Quienes proponen obligatoriedad como modo de crear una democracia más legítima están respondiendo la pregunta equivocada.

(3) El voto obligatorio forzaría a los chilenos a dar legitimidad a un sistema autoritario y antidemocrático: el sistema político de Pinochet. El sistema de Pinochet carece de legitimidad hoy. ¿Cuál es la proporción del padrón electoral en relación a la población adulta? ¿Cuánta gente decide simplemente no participar? ¿Cuánta gente no puede participar, y de qué modo ese impedimento refleja la exclusión en nuestro sistema?


La exigua participación en el sistema electoral chileno tiene bastante poco que ver con flojera o falta de cultura cívica. En Chile existen niveles altísimos de politización. La pregunta es, por qué eso no se refleja en participación en el voto.

La razón por la cual tanta gente de la izquierda concertacionista tiene problemas con la abstención electoral es porque como interrogante lleva necesariamente a preguntarnos sobre los problemáticos orígenes del sistema político actual. Estas son preguntas que la Concertación nunca pudo (ni quiso) contestar, y que llevaron a su fin. La respuesta al problema del abstencionismo electoral es denle razones a la gente para votar.

Necesitamos el fin de la democracia de elite. Y eso conlleva abrirnos a la noción de democracia de masas, algo que sólo se puede dar a medida que tanto el Estado como actores de la sociedad civil velen por una mayor participación de la población en el proceso electoral.

A nivel de políticas públicas, el tipo de reforma que se necesita es una liberalización completa del proceso electoral. Esto pasa por la inscripción automática, la flexibilización del documento de identidad, la flexibilización de los locales de votación, la descentralización, desmilitarización y profesionalización del proceso de voto, entre otras.

Finalmente, es cuestión de crear incentivos (¡no más castigos e impedimentos!) a la participación. En su forma más radical, esto implica reconocer el gasto de tiempo y dificultad que significa informarse y participar -llegar al local de votación- a través de la implementación de un bono o exención tributaria por el voto.

La izquierda chilena le tiene que perder el miedo a la democracia. Eso significa abandonar una posición "ilustrada," del lenguaje de derechos y deberes, y pensar las condiciones materiales en las cuales el proceso democrático se desarrolla.

(Img on CC - RubyJi @Flickr. Thanks!)
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UPDATE 1: Crosspost en El Quinto Poder.