22.9.09

saquen sus rosarios de nuestros ovarios

Comencé a trabajar en este ensayo después de la polémica suscitada en marzo del 2009 en torno a la distribución de la píldora del día después. Hoy, nuevamente sale a colación el problema, en similares circunstancias, para volver a delimitar el problema de la autonomía de la mujer a través de la regla de excepción. Espero que este ensayo sirva al lector como futura referencia.


Algunas reflexiones sobre el "llamado a debatir"
por Iñigo Adriasola Muñoz

Hay algo en el "llamado a debatir" del Senador Eduardo Frei que vale la pena considerar. El llamado "llamado" es revelador, tanto por lo que dice, como lo que no dice de sí. Por una parte, éste surge desde la lógica electoral, del cálculo no tan sutil de la duración de "lo que es noticia" y los tiempos de la próxima encuesta CEP. Sin embargo, el "llamado a debatir" también abre preguntas profundas sobre la naturaleza de nuestro sistema político, revelando que la opresión de la mujer y la marginalización del sexo no reproductivo funcionan como moneda de cambio y piedra angular del marco constitucional chileno.

Las razones de Frei son obvias. Este año, Chile entra en lo que promete ser un ciclo electoral en extremo decepcionante. La coalición de centro-derecha que gobierna en Chile desde hace dos décadas revela de manera ineluctable sus fracturas, así como el desgaste absoluto de su imagen y programa. La amenaza de la alternancia hace necesario establecer alguna forma de separar aguas y diferenciarse de la oposición. Entra entonces el manual de juegos estadounidense: nace la idea de establecer un wedge issue o "tarugo." Un problema delicado que se plantea con el expreso propósito de exponer tanto "diferencias" como crear fracturas en la otra coalición. Nace entonces el "aborto terapéutico" como tema.

Quienes hacemos historia sabemos que donde han habido mujeres, ha existido la interrupción del embarazo. Sabemos que el aborto como práctica cultural se une a un sinfín de otras tecnologías del cuidado de sí y control sobre el propio cuerpo, específicas al género, y que en ocasiones éstas han sido el único modo de contrarrestar el poder del patriarcado. El aborto es una realidad también en el Chile de hoy, una realidad que cruza barreras de clase y etnicidad y cuyo significado Político (con mayúscula) es indiscutible. Creo que es importante señalar que es por estas razones que el aborto y el cuerpo de la mujer emergen 1) en el discurso público y 2) como áreas de competencia del estado. Curiosamente, en el discurso público chileno, el cuerpo de la mujer es divorciado de la idea de aborto: es como si el aborto ocurriera fuera del cuerpo de la mujer. Como si no hubiera relación alguna entre el cuerpo y la tecnología para controlarlo. Lo que en otros países es consagrado a nivel de derechos como un modo de asentar las bases legales de la autonomía de la mujer, en Chile se niega en pos de un espurio "humanismo" religioso.

En el "llamado a debatir" de Eduardo Frei, el aborto se transforma en una metáfora vacía. Porque aquí, nuevamente, no se trata de debates realizados, sino de "llamados a debatir." El llamado "llamado" no es de por sí un debate. Como simulacro de debate y democracia, opera en el nivel de imagenes volatilizadas y desconectadas de la realidad. Se desarrolla como un juego del cual ya se conoce el resultado: la preservación del estado de las cosas. Este juego se realiza en teatrales declaraciones de "apoyo irrestricto al derecho a la vida;" acota de inmediato los términos de lo posible, por ejemplo postulando el aborto sólo como una manera de borrar el trauma y los signos visibles de la violencia sexual; se juega usando la lógica del caso excepcional. Son todas éstas meras reiteraciones del lenguaje patriarcal y heterosexista que conforma el espacio discursivo chileno. Este espacio se produce y reproduce en el lenguaje, exigiendo su uso como único modo de participar. Quienes optan por no apoyar este idioma son marginalizados, conviertiéndolos literalmente en "comeguaguas." En una movida discursiva magistral, el Obispo Goic dice que se debe fomentar la agenda social en vez de la "agenda valórica," ¡como si fueran cosas distintas! Por si acaso, aclara Goic que no está en contra del debate, porque Chile es un país "pluralista." El obispo miente: lo que el "llamado a debatir" demuestra en realidad es que no existe el pluralismo en Chile.

En estas condiciones, no es posible tener un verdadero debate sobre el aborto. El verdadero debate sobre el aborto comienza en reconocerlo como un deseo válido y como una realidad histórica y cultural que no puede ser invocada desde una perspectiva de exclusión. Pasa por reconocer que el sistema político chileno actual legitima y fomenta la violencia contra el cuerpo de la mujer. Pasa por reconocer que la opresión sexual surge como otro vehículo más para la operación de la injusticia social y económica estructuradas en el sistema legal chileno. El verdadero debate sobre el aborto pasa por aprender a escuchar a quienes sufren a diario esta violencia, y permitir que sean ellas (y ellos) quienes hablen. Sólo se darán las condiciones para un debate sobre el aborto renovando y rearticulando las bases del discurso a partir del reconocimiento 1) de la diferencia sexual y el cuerpo y su compleja relación con el Estado desde una perspectiva histórica; 2) de la innegable diferencial de poder desde la que se pretende crear un espacio de diálogo; 3) de la desigualdad social y cómo derechos reproductivos y sexuales son inseparables de la llamada "agenda social."

Finalmente, el verdadero debate sobre el aborto necesariamente incluye encausar la Constitución de 1980. La consagración del feto como persona humana y legal, es una expresión más de cómo opera este engendro legal de corte autoritario, reaccionario y antimoderno -- híbrido de la teología política de Carl Schmitt, el derecho natural y la doctrina posconciliar reaccionaria de la encíclica papal Humanae Vitae (1968). La personalización del feto en la Constitución tiende la trampa legal que automáticamente deshumaniza y criminaliza a la mitad femenina de la población chilena. Su discurso de derechos es precisamente el modus operandi de la exclusión sobre la que escribo.

Es claro que en su uso del pensamiento reaccionario posconciliar, la Constitución viola el principio de laicidad del estado, poniendo fin de raíz a la posibilidad del pluralismo y la divergencia, fundamentos básicos de la sociedad civil. La Constitución supera su cualidad de documento legal, y emerge como horizonte de lo posible. Ella define los términos del discurso. Es por y a través de la Constitución que se instituye la personalización del feto, y la despersonalización de la mujer que no desea su embarazo como bases del debate actual sobre el aborto. La Constitución protege a través de su monopolio sobre el horizonte de lo posible la perpetuación por medios legales de un oligopolio patriarcal y heterosexista que se define y legitima en relación a su cercanía a la Iglesia.

El pretendido "llamado a debatir" de Frei, Piñera, Goic y cía es una trampa. Si ese "llamado a debatir" sirve de algo es para realzar cómo un verdadero debate sobre el aborto revela los estrechos límites de la democracia en Chile. Si por pluralismo se entiende la multiplicidad de voces, y siendo que ellos son los dueños del lenguaje y las condiciones mismas del debate, hoy en día no hay pluralismo ni diálogo posibles en Chile.

No comments:

Post a Comment