2.3.10

Aturdido

Pasó la Síncopa Futura y me pegó en la cabeza. No esperaba su visita, ni se la esperaba el resto de Chile. La gracia (o desgracia) de la Síncopa es que nadie sabe cuándo viene ni qué viene a hacer -- remover la conciencia, asaltar los sentidos, cambiar las reglas del juego. Sentarse en una nueva sillita musical. Cambiar la vida, o ponerle fin. Sacar la alfombra que tapa ese suelo desteñido bajo nuestros pies.

Para bien o para mal, Chile se saltó un latido del corazón este sábado pasado. A mí me tocó verlo todo desde fuera con la misma angustia que ustedes. De lejos, sintiéndome impotente, totalmente sobrepasado. Curiosa comunidad.

En el miedo, escuché nada. Pero felizmente mi familia diaspórica, posnuclear y extendida estaba entera. Supe de inmediato que cuando la tierra se movió se vino abajo la casa donde habitaba el genius loci, mi memoria. Puedo reconciliarla sabiendo que el genio escapó entre las grietas y guardará a nuestros sueños.

Cerramos entonces un capítulo. Y comenzamos otro.

Porque la Síncopa vino a decirnos que está perdida la inocencia. ¿Qué nos pasó como país cuando se movió la tierra? ¿Qué mentiras fueron expuestas por esas grietas en calles y edificios? ¿Qué aspiraciones reventó la ola? ¿Qué fue de la pretensión de autoridad y legitimidad, y nuestros tenues compromisos democráticos? ¿Qué fue de la comunidad, de nuestros proyectos comunes?

La Síncopa nos trajo preguntas, que son siempre lágrimas amargas difíciles de responder. Tras su crueldad se encuentra siempre la certeza de una nueva cadencia.

No comments:

Post a Comment