31.3.10

El "bello sexo" y el endulzante neoliberal

Hay una entrevista de Tomás Mosciatti a la nueva Ministra del Trabajo, Camila Merino, que creo que si no han visto todavía debieran ver inmediatamente. La manera de Merino distrae y se presta para bromas, es cierto. Pero si es usted capaz de suspender ese prejuicio se dará cuenta que Merino es sorprendentemente honesta -- bastante más que cualquiera de sus antecesores -- con respecto a lo que será su agenda laboral; que también es, suponemos, la agenda de Piñera en esta materia.

En la entrevista Mosciatti le pregunta a Merino sobre el problema de la flexibilidad laboral. Tras varias partidas falsas, Merino explica que es una medida funcional, la que procede a ejemplificar desde la planificada transformación del post-natal. Después de decir que el programa de Piñera (en la letra chica, nos imaginamos) apunta hacia permitir "postergar" el prenatal para alargar el post-natal, Merino sale con una frase para el bronce: bajo este sistema "La mujer podría trabajar desde su casa."

Lo que dice suena mal, pero a lo que apunta es peor. Porque si bien evoca el espectro de eso de que "el lugar de la mujer está en la casa," lo que en verdad dice Merino es que este principio será ahora política de gobierno. Sabemos --dada la experiencia de otros países como Japón en esta materia-- que (1) sin los incentivos necesarios es tremendamente difícil para la mujer reintegrarse al mundo laboral después del embarazo, y (2) la incorporación de la mujer a través de un escenario de trabajo flexibilizado, automáticamente la relega al trabajo precario. Este es el nuevo modo (la forma neoliberal) de dejar a la mujer en la casa. De hecho, en la experiencia de Japón, la incorporación de la mujer a través de la flexibilización laboral se transformó en la primera ola de una precarización del trabajo en general, cuyos efectos recién ahora comienzan a hacerse evidentes.

El apoyo a la mujer comienza en el reforzar una infraestructura que le permita volver a trabajar, no que le haga más difícil volver a salir de la casa. Por ejemplo, con guarderías, jardines infantiles y escuelas públicas y gratuitas que cuiden y eduquen a sus hijos; políticas públicas que busquen facilitar la división equitativa del trabajo doméstico; nueva legislación que la proteja de abusos laborales y que fomente la adecuada remuneración por su trabajo; reconocer y proteger lazos familiares no-tradicionales; y el reconocimiento de su autonomía sexual y el control sobre su propio cuerpo.

Lo que sorprende es el modo en que la derecha se apropia del lenguaje feminista del "empoderamiento," y perversamente posiciona a la imagen de mujeres emprendedoras no-amenazantes como líderes en esta cruzada anti-feminista: proponiendo al "bello sexo" como endulzante neoliberal. No dudo que Merino opine que esta es una solución que hace sentido económicamente. Sin embargo tampoco puede ella ignorar el impacto que tendría esta política en particular en la reproducción y amplificación de la desigualdad de género en Chile.



(Martha Rosler "Semiótica de la cocina" 1975.)

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